Breves notas biográficas
Nace alrededor del 342 después de Cristo en Estridón, no lejos del noreste de Italia. En aquel entonces en esa región se hablaba ilirio, además de latín. El idioma nativo de nuestro santo patrono fue el ilirio. Recibidas las primeras nociones de latín y de matemáticas, junto con una profunda formación religiosa, su padre, a la edad de 12 años lo envió a Roma para que aprendiera el latín y el griego, idiomas que acabó por dominar perfectamente.
Fue nombrado secretario del papa Dámaso quien le encomendó la traducción de la Biblia, tarea que llevó a cabo en Belén durante los últimos treinta años de su vida.
Murió en Belén en el año 420.
Más bien un monje, un asceta que un sacerdote. En realidad nunca ofició una Eucaristía. Se dedicó toda la vida a la búsqueda de una relación directa con Dios. Físicamente y mentalmente orientado hacia lo divino, estudió las Sagradas Escrituras para su interpretación y traducción al latín y lo hizo tan bien que la Iglesia Católica lo considera uno de sus cuatro padres junto a San Agustín de Hipona, San Gregorio Magno y San Ambrosio de Milán. Las Sagradas Escrituras por él traducidas del hebreo, del arameo y del griego, a las que se les dio el nombre de Vulgata, fueron consideradas oficiales por la Iglesia durante quince siglos hasta el año 1979.
Sus combinaciones lingüísticas
Su lengua nativa de hecho fue el ilirio pero a los fines de su actividad de traductor su único idioma de llegada fue el latín que comenzó a estudiar a la edad de 12 años en Roma, siendo su profesor el gran gramático romano Donato. Un gramático que enseña un idioma. No es difícil imaginarse el método. Sin embargo en aquella época era el único método conocido: gramática y ejercicio mnemónico, una fórmula vencedora a los fines del aprendizaje de un idioma. San Jerónimo se estudiaba de memoria libros enteros de los autores clásicos. Cabe señalar que en aquellos tiempos un bachiller cualquiera estaba en condiciones de aprender rápidamente de memoria varias páginas de texto. Todo eso era necesario para ejercer una función pública. Tengamos en cuenta que no había block notes para tomar apuntes.
Aprendió entonces perfectamente el latín, su lengua de llegada para las traducciones, y el griego, su principal lengua de origen.
El hebreo lo comenzó a aprender en sus cuatro años de retiro espiritual. Se trataba en aquella época de un idioma que sólo unos pocos eruditos dominaban. Vemos entonces que para el aprendizaje de esta difícil lengua, ya prácticamente extinguida, nuestro Patrono no vaciló en dirigirse hacia el sitio en donde ésta aún se utilizaba. No había librerías al doblar la esquina en donde conseguir un diccionario de bolsillo. Probablemente no existía ni siquiera un diccionario hebreo - latín. En Belén aprendió también el arameo, idioma en el que estaban escritos algunos libros de la Biblia. Esta lengua desde hacía unos siglos había sustituido al hebreo en la Palestina y en sus alrededores.
Podemos afirmar entonces que las combinaciones lingüísticas de San Jerónimo fueron:
Griego-Latín
Hebreo-Latín
Arameo-Latín
Sus idiomas de origen fueron los tres idiomas bíblicos.
Campos de especialización
Sin lugar a dudas su único campo de especialización fue el bíblico en particular y el religioso en general.
Nos damos cuenta que desde siempre la especialización en un determinado campo, el conocimiento perfecto de la lengua de llegada y la comprensión total de los idiomas de origen son fundamentales para conseguir velocidad, seguridad y profesionalidad en el trabajo de traducción:
Velocidad:
Nuestro Patrono tradujo el libro de Judit en una noche en la combinación Hebreo - Latín. Examinemos como traductores el libro de Judit:
Aproximadamente 10.000 palabras y 50.000 caracteres sin espacios.
Asimismo tradujo el libro de Tobías en una noche:
Aproximadamente 8.000 palabras y 37.000 caracteres sin espacios.
¡Nos encontramos en Belén y no en uno de los polos!
No hay computadoras, no hay Internet, ¿Cuál es el secreto?
Hay seguramente unos copistas o amanuenses. El apoyo económico de su discípula Santa Paula se lo permite. Nos podemos imaginar entonces al santo dictándole la traducción a los copistas y no escribiéndola él mismo.
Seguridad:
Estamos escribiendo en pergaminos sumamente costosos. O sea, en si escribir era una actividad para gente muy adinerada. El pergamino, el papiro, la tinta y la pluma de caña. Nadie se podía permitir el lujo de escribir unas páginas y después romperlas en mil pedazos porque ya no eran de su agrado. Aparte, claro está, el costo de los copistas. El traductor Jerónimo, cuando dictaba el texto de su traducción sabía muy bien que no estaba improvisando. Ya había hecho sus investigaciones con respecto a los términos y a las frases más complicadas y ya tenía en su borrador mental bien clara la versión final. En base a lo anteriormente mencionado no se puede decir que la traducción se hizo en una noche. Sabemos que un traductor que traduce en su campo de especialización y en su mejor combinación lingüística con computadora, conexión a Internet y CAT Tools difícilmente llega a traducir en un día más de 3000 palabras. Es evidente entonces que no sabemos en cuanto tiempo San Jerónimo concibió el texto definitivo de su traducción, sabemos simplemente que la redacción de ésta se llevó a cabo en el transcurso de una noche.
La seguridad en la fase de redacción final es sin lugar a dudas un aspecto fundamental. Es necesario leer previamente el texto de origen, buscar las soluciones a los varios problemas y tener bien claro el texto final. Los trabajos de un día para el otro de 3.000 palabras que se ofrecen por ahí no le dejan al traductor el tiempo y sobre todo las noches necesarias para asimilar bien el texto de origen y decidir sobre el mejor modo de traducirlo. Todos los días se podrían traducir 3.000 o más palabras pero éstas tendrían que estar en poder del traductor con anterioridad.
Traducción palabra por palabra y traducción conforme al sentido.
Lo que más se conoce de San Jerónimo es su convicción de que se debe traducir conforme al sentido y no palabra por palabra. Sobre este aspecto de la técnica de la traducción el santo se pronuncia en varias ocasiones pero en particular en su "epístola a Panmaquio" en la que dice:
“No sólo confieso sino proclamo que no traduzco a los griegos palabra por palabra sino conforme al sentido, excepto en las Sagradas Escrituras, donde hasta el orden de las palabras es misterio."
Sin embargo en su traducción de la Biblia no se limita a la traducción literal sino que alterna estas dos modalidades según los casos.
Conclusiones
San Jerónimo se nos presenta con las características de un traductor moderno que enfrenta y resuelve los mismos problemas que encontramos nosotros día tras día. Puede representar para nosotros un ejemplo de planificación y de organización del proceso de la traducción, a la vez que una invitación al estudio y al ejercicio de la memoria. Se trata de un monje, un asceta, un intelectual solitario. Me atrevo a afirmar que el traductor es principalmente un intelectual solitario, exactamente como San Jerónimo. Solos delante de nuestras computadoras y de textos para traducir, con todos los problemas para resolver y por ende las decisiones para tomar. La fe en Dios fue la única compañera de San Jerónimo. La fe puede ser también para nosotros una buena compañera, la fe en Dios y en nuestras posibilidades.