En este contexto de crisis argentina son muchas las pequeñas empresas y los emprendedores que se han animado a exportar sus productos o servicios. Lo que la escalada del dólar nos quita por un lado, nos los compensa en competitividad en los mercados extranjeros, y por esto son varios los argentinos que identificaron esta oportunidad y se lanzaron a una expansión global. Y también se enfrentan a un nuevo desafío: ¿cómo me vendo en un idioma que no es el mío? ¿Cómo comunico los beneficios de mis marcas, de mis productos, de mis servicios de manera clara, directa, sorteando la barrera idiomática y sobre todo, respetando el mensaje original que tanto tiempo me llevó escribir o crear?
Los presupuestos son limitados, como en toda época de crisis, entonces es muy frecuente que para bajar los costos las personas recurran a traductores automáticos (como por ejemplo Google). Sí: las inteligencias artificiales existen y son útiles como solución de compromiso en la traducción de textos simples. Pero no son idóneas, no alcanzan para comunicarse con el consumidor, no tienen la misma llegada al cliente y tanta literalidad en vez de ayudar aburre y abruma al lector. Y así se pierde una oportunidad: un emprendedor que ha trabajado muy profesionalmente en el desarrollo de su negocio, que ha elegido a conciencia el mensaje a entregar a su potencial cliente y lo ha redactado, o ha contratado gente a tal fin, le delega la traducción a una máquina que le hace perder la magia, la calidez y la cercanía con el receptor.
El mensaje es el mismo: el idioma no. Acá es donde aparece la transcreación y el arte del ser humano. Este concepto está muy difundido en el mercado de la traducción global pero todavía no tiene mucha aplicación en Argentina. La transcreación es la unión entre traducción y creación. Tiene que ver con el marketing intercultural, con la adaptación de un texto a la cultura de destino y por eso se despega de la literalidad, algo imposible de conseguir con herramientas de traducción automática. Involucra la recreación o reescritura del texto para conseguir el mismo objetivo y mantener el mismo registro en ambas versiones. Es muy frecuente verlo en la literatura o en la publicidad, donde el traductor se permite jugar y experimentar con textos llenos de juegos de palabras y referencias culturales. Hay que recurrir a estrategias creativas para conseguir el mismo efecto en el idioma meta. Por eso la transcreación resuelve: realiza la gestión lingüística de los contenidos bilingües usando los principios del marketing multicultural. Los mensajes lingüísticos que suenan naturales suelen percibirse desde una dimensión más emocional que los mensajes donde se nota la traducción al idioma extranjero.
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